28 nov 2021

La Espada

Un antiguo rey de los elfos la forjó con magia poderosa en la lava de las profundidades de una montaña sagrada y la templó en la sangre de un terrible dragón.

(¿Y de dónde sacaban los antiguos montañas sagradas, magias poderosas y terribles dragones siempre que los necesitaban? Ahora todo es más prosaico y vulgar: hierro, carbono, temperatura adecuada... mucho más aburrido; aquellos sí que eran buenos tiempos).

El caso es que la espada lleva generaciones colgada encima de la chimenea del gran salón, dónde se reúnen el barón y sus guerreros de confianza para celebrar sus gestas y triunfos.

(Más bien, se reúnen el barón y sus amigotes a emborracharse y pellizcar a las sirvientas; hace décadas que no hay enemigos, ni batallas ni, por tanto, gestas).

El anciano camina encorvado, murmurando algo para sí con aire distraído. Los guardias en la puerta de la muralla le dejan pasar y menean la cabeza, sólo a medias ocultando su desprecio.

Camina con pasos temblorosos hacia el gran salón. Nadie le detiene, aunque algunos sí le miran curiosos (¿Dónde demonios cree que va ese viejo?). El barón y su compañía se miran sorprendidos y se disponen a echar al viejo cuando, de pronto, éste se yergue, echa hacía atrás el embozo (bajo él, su rostro no parece tan anciano) y el murmullo se transforma en un cántico que entona con voz clara y potente.

A partir de ahí, todo sucede muy deprisa: la espada comienza a brillar con un fulgor azulado; el desconocido (¿Cómo pudimos pensar que fuera viejo?) la arranca de su sitio en la pared; desde la muralla suena un cuerno dando la voz de alarma; un guardia irrumpe en el salón gritando a voz en cuello: "¡mi señor! ¡Mi señor! No vais a creerlo, pero se acerca desde el norte... ¡Un dragón!

1 nov 2021

Recordatorio

Aunque a veces la rutina quiera ganar la partida, no me sostengan las piernas y piense en dejarme ir...

... No me daré por vencido. No renunciaré a vivir.

(Y no es sólo por vosotros; es sobre todo por mí).

Vive. Siente. Nunca es suficiente.