Inmenso y azul, el océano le llama. Ejerce sobre él una atracción hipnótica. Se descubre devanándose los sesos tratando de adivinar qué misterios y tesoros se esconden en su interior.
También lo teme, claro. Y sabe que tarde o temprano (probablemente en la próxima tormenta) se perderá en ese azul para siempre.
Tal vez entonces descubra esos secretos.