Cuando arrecia la tormenta (a veces llueven hasta piedras) no sale corriendo, ni busca refugio en un soportal.
Su reacción es siempre la misma: aprieta los dientes y sigue caminando, con paso decidido pero al mismo ritmo.
(Nadie que le viera diría que en realidad no tiene ni idea de a dónde va).
Su reacción es siempre la misma: aprieta los dientes y sigue caminando, con paso decidido pero al mismo ritmo.
(Nadie que le viera diría que en realidad no tiene ni idea de a dónde va).