Sumido en sus recuerdos, el Condenado espera que se abra la puerta de la celda. ¿Se abrirá para informarle del indulto, o será el verdugo quien venga para llevarle al cadalso?
A través de la ventana enrejada, escucha el aullido lastimero de la Bestia.
(No sabe si lo imagina, pero le parece que cada vez suena más lejos...).