20 feb 2013

El gran hechicero

Vivía en lo más alto de una torre de marfil, delgada como una aguja y tan alta que los días nublados no se veía completa.

Allí estudiaba sin descanso y se entregaba al Noble Arte, dispuesto a crear algo maravilloso. Algo que facilitara la vida al pueblo (el hechicero era sabio y bondadoso) y por lo que fuera recordado con admiración en los siglos venideros (también era un poquito vanidoso).

Finalmente, un día sus esfuerzos dieron fruto. Su creación estaba lista. Impaciente, bajó con el artefacto a la plaza que había delante de su torre. Ese día había mercado y quería ver el efecto que su gran obra causaba entre el vulgo.

Para su sorpresa, casi todos en la plaza tenían un artilugio parecido, si bien algo más tosco (pero tuvo que reconocer que no menos ingenioso).

Vovió a lo alto de la torre, de donde no ha vuelto a salir.

(Cuentan que el herrero había creado aquel chisme con ayuda de su aprendiz, después de que una tarde, en la taberna, el zapatero les diese la idea alrededor de unas jarras de cerveza).