Desde lo alto de nuestra torre, todos parecen hormiguitas. Nos sentimos importantes, dedicándonos a nuestros urgentísimos e imprescindibles quehaceres.
Pero, de un plumazo, la vida nos recuerda que en realidad nada de eso importa.
(Y nos damos cuenta de lo pequeños que en realidad somos, y de que lo realmente importante es VIVIR).