14 oct 2017

El Elegido

La profecía dice que aquél que unirá los diez reinos vendrá del norte, apaciguará a las bestias con su voz y salvará a todo un pueblo del hambre y la miseria. Dice que portará una espada con un gran rubí en la empuñadura.


Cumplir una profecía es tan fácil... De lo de nacer en el norte ya se ocupó su madre (la Duquesa siempre fue una mujer ambiciosa, y capaz de planear a largo plazo). Del resto se ha ido ocupando él.

Aquellos pobres oseznos estaban tan drogados que casi se duermen antes de que pudiera soltar su discurso, pero el efecto fue excelente (y los cronistas, debidamente remunerados, se encargaron de amplificarlo).

Los mismos esbirros que desvalijaron los silos de grano de aquella villa, lo repartieron luego entre vítores de la muchedumbre, y los infelices que ahorcaron por robarlo eran una banda de malhechores que no merecían nada mejor.

La espada ha costado cara, pero es magnífica. Los cronistas ya han extendido los rumores, y muchos ya dicen abiertamente que es el Elegido.


Huir de una profecía es tan difícil... Siempre le gustó cantar, y también lo hacía aquél día en la orilla del arroyo. ¿Qué culpa tiene él de que aquellos lobos aparecieran de repente y se tumbaran a su lado? Y justo tenía que verlo la vieja Anna, la mujer más cotilla del pueblo.

Y sólo fue casualidad que fuera él quien descubrió el incendio en los campos de trigo. Y justo a tiempo. Dos minutos más y no hubiera podido apagarlo. Luego se enteró de que el chico del molinero lo había visto todo. Para cuando llegó al pueblo todos decían que había salvado la cosecha.

Pero esto ya es demasiado. ¿Cuántas veces ha pasado por la entrada de esa cueva, él y todos los del pueblo, sin saber que esa espada estaba clavada en una roca sólo unos pasos más adentro? Y, ¿no se supone que debería haber sido difícil desclavarla?

Toda la comarca habla ya de ello, y hay quien dice que es el Elegido. Esa maldita Anna...